domingo, 10 de mayo de 2009

Viaje de fin de curso

Y al fin llegó el día, terminó la rutina una semana antes que de costumbre, porque los alumnos de 4º partíamos rumbo a la Palma de Gran Canaria. Allí pasaríamos una semana, una inolvidable semana, una aventura de la que todos formaríamos parte y que sería la última en la que estaríamos todos. Todo estaba planeado, iríamos a la playa, visitaríamos el Museo Canario, la Casa Museo de Colón, el Palacio de Congresos de Gran Canaria… En definitiva un viaje muy completo en todos los sentidos.

A las 10 de la mañana el día 10 de junio cogimos el avión que nos llevó hasta la isla. En el viaje Ginés, uno de los alumnos, sufrió un ataque de ansiedad y casi se desmaya…suerte que había en nuestro avión un médico, el doctor Flipi. Desde entonces nuestros profesores hicieron buenas migas con él y durante la hora y media de vuelo nos acompañó.

Cuando llegamos nos quedamos sorprendidos de la inmensidad del hotel y de las habitaciones, sin duda la habitación más grande que había visto nunca. Esa noche nos quedamos en el hotel, ya que estábamos cansados del largo día. Mientras algunos jugaban al futbolín, Sara, Claudia, Mario y yo exploramos el gran jardín del hotel. De repente mientras estábamos en la piscina oímos un ruido en la cancha de tenis. Dimos un brinco atrás, y, aunque temerosos fuimos hacia él. Estaba muy oscuro y no se veía nada, sólo las sombras de los árboles que rodeaban la cancha. Pero cual fue nuestra sorpresa que había una sombra que no tenía la forma de alguno de aquellos árboles. Sara que era muy valiente, aunque un poco chula, se acercó sin aparente miedo, y dio un grito. Fuimos corriendo hacia ella y allí estaba un niño con cara de susto, muy pálido, tan pálido que nos asustamos de su rostro. Entonces le preguntamos que era lo que hacía allí tan solo, y por qué no se encontraba con los demás chicos. Él no nos contestó, pero se dio media vuelta y como si quisiera que lo siguiéramos comenzó a andar lentamente. Nosotros no sabíamos qué hacer, pero, Sara siempre tan iniciante, andó tras él. Entonces no nos quedó otra que seguirle. Después de unos diez minutos por el jardín, el chico desapareció y nos paramos. Me di cuenta que estábamos delante de una gran puerta. Haciendo muchísima fuerza la conseguimos abrir y entramos en aquella sala, por cierto muy fría y que a mí no me daba buena impresión. Seguimos de repente una luz nos destelló, había muchas cápsulas tan grandes como para meter a un ser humano en ellas. Estábamos escondidos cuando apareció por otra puerta el doctor Flipi, que llevaba de la mano a aquel niño del jardín. Lo metió en una de las cápsulas y le emitió unas extrañas radiaciones. Salió y lo dejó allí. Lo que le hacía era que le extraía neuronas a aquel niño. Salimos corriendo y nos topamos con el doctor, pero lo esquivamos para que no nos cogiera.

A la mañana siguiente estábamos dudosos si contarle lo visto a los demás o no. Pero decidimos hacerlo y nadie nos creyó, claro por esa razón lo pensamos mucho. Le prometimos llevarlos aquella noche a la sala.

Llegó la noche y como lo acordado nos dirigimos hacia la gran sala y entramos en ella. Esa noche había muchas más cápsulas que la noche anterior. Las contamos y resultaron ser el mismo número que chicos habíamos ido a la excursión. De repente sonó una alarma y se encendieron unas luces verdes intermitentes. Nos habían cogido…


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De repente nos asustamos y temimos que nos pudiera hacer daño. No supimos qué hacer porque pensamos que era un tipo peligroso que estaba loco. Pasaron solo unos segundos y reaccionamos y salimos corriendo hacia las habitaciones del hotel. Claudia y Miguel iban los primeros ya que estaban asustados y corrían muy deprisa. Sara tropezó y se cayó a al suelo. Entonces, Mario y yo nos quedamos atrás para ayudarla. El doctor Flipi sabía que lo habíamos descubierto. Quiso vengarse de nosotros y pensó en matarnos, pero como éramos una clase entera iba a ser muy sospechosa nuestra muerte esa misma noche. Al verse muy agobiado por lo que le podría pasar y temiendo llevarse el resto de su vida en la cárcel, llevó todas sus cosas a un campo algo alejado y las quemó sin dejar rastro. Luego se suicidó dejando como responsables de su muerte a los chavales que habían causada el descubrimiento de sus planes. Estos contaron la verdad y los creyeron. Los recordaron siempre como si fueran héroes y le hicieron un homenaje cuando llegaron del viaje.

Fin (inicio por Arancha y Zaida y final por Ángela)

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