domingo, 10 de mayo de 2009

Destino inesperado

Era sábado por la mañana muy temprano. Tamara siempre iba a la playa hacer surf. Había olas buenas, la mar estaba un poco revuelta, pero Tamara no dudó en meterse.

En la torre de vigilancia estaba Héctor como todos los días. Desde que vio llegar a Tamara no le quitó el ojo de encima porque sabía que se iba a meter en el agua a hacer surf.

Tamara cogió las cuatro primeras olas muy bien, pero la quinta ella la veía demasiado grande. Intentó salir del agua, pero la ola se iba acercando cada vez más y no tenía más remedio que cogerla. Tamara se llenó de valor y se enfrentó a la ola, con tan mala suerte que cuando estaba arriba de ella se cayó y se golpeó con la tabla de surf en la cabeza. Héctor que la estaba vigilando se dio cuenta y pegó un salto de su sitio, bajó de la torre lo más rápido que pudo y corrió hacia el agua en busca de Tamara.

Héctor se metió en el agua y comenzó a nadar, cuando llegó donde estaba Tamara la cogió y la subió en la tabla, él también se subió e intentó remar hacia la orilla de la playa, pero no pudo porque la marea era muy fuerte y arrastraba hacia dentro. Héctor se dio por vencido y dejó que el agua los llevara hacia donde quiso.

Después de una dos o tres horas a la deriva, Héctor divisó una pequeña isla a unos setecientos metros, comenzó a remar hasta llegar a la orilla de aquella isla. Cuando llegaron Héctor cogió con cuidado a Tamara que todavía estaba inconsciente y la puso en la arena a la sombra de una gran palmera. Héctor se puso a construir una cabaña con hojas de palmeras, palos y ramas, para resguardarse del sol.

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Tamara se despertó de su inconsciencia, ella estaba un poco trastornada por aquel tremendo golpe, no sabía dónde estaba. Héctor, tras examinar el lugar y hacer la cabaña le explicó lo ocurrido a Tamara y ella comenzó a llorar porque se sentía atrapada y no podían salir de allí. Héctor no estaba tan deprimido como ella porque con lo ocurrido tenía oportunidad de estar con ella a solas porque ella lo atraía. Por la noche, oyeron ruidos, parecían monos salvajes y no sabían qué hacer. A la mañana siguiente salieron en busca de comida y a explorar el terreno. Mientras ella recogía frutas, él con un palo y la cuerda del salvavidas intentaba pescar alguna pieza. Tamara, en una de sus miradas al torso de Héctor, divisó una escama de un cocodrilo acercándose a el socorrista. Ella lo avisó, y suerte que la orilla estaba cerca. En ese momento a Tamara se le presentó una serpiente que casi le muerde. Se percataron del peligro en esa isla. Vuelta a la noche, comenzaba la timidez sobre la colocación bajo la única manta que Héctor llevó para salvar a Tamara mientras surfeaba. El sentía nervios cada vez que ella se movía buscando comodidez. Llevaban ya 5 días en la isla, comiendo exclusivamente de cocos y algunas bananas, cuando en una internada de la muchacha a la isla buscando fruta, se topó con salvajes. Los indígenas se la llevaban y ella le gritó ayuda a Héctor, que la escuchó y salió en su búsqueda. Al par de horas estaban los dos atados para la cena de los indígenas. Empezaron por Héctor, vino un carnicero y sin pensárselo le cortó un brazo. En ese momento entraron policías y marines al rescate. Cuando Héctor despertó del hospital, vio a Tamara esperando. Dos meses después se casaron, eran felices a pesar de la falta del brazo derecho de Héctor.
Fin (inicio por Sonia y final por Cristian y Juan Manuel)

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